Fin del Fondo de Estabilización
El Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles (Fepco) llega hoy a su término, pues la ley que lo creó le fijó para ello esta fecha, a menos que una nueva ley lo renueve o un nuevo instrumento lo releve, lo que no ha ocurrido. Dicho fondo mantiene actualmente 360 millones de dólares de los recursos que se le han inyectado o que ha generado a partir de su operación (por la vía del cobro de impuestos), los que desde mañana podrían reasignarse a otro objetivo, como la reconstrucción. Asimismo, para hoy también estaba fijado el fin de la devolución del 80 por ciento del impuesto al diésel, mecanismo que -por un proyecto de ley ingresado ayer al Congreso- se prorrogará hasta 2011, para compensar al transporte de carga por el aumento de peajes en las autopistas concesionadas.
Como era predecible, las asociaciones gremiales del transporte de carga presionaron frente a lo que para ellos representaba un alza de impuestos. También algunos expertos del sector de combustibles se pronunciaron por mantener el impuesto o, alternativamente, reducir el gravamen a la gasolina.
La Ley N° 20.063 creó este Fondo de Estabilización para enfrentar las primeras alzas violentas en el precio del petróleo, que había subido desde unos 40 dólares a mediados de 2004 a unos 70 en septiembre de 2005, cuando se aprobó esa ley. Ella pretendía amortiguar los cambios de precios, considerando la diferencia entre el valor de paridad al que se importan los combustibles y un promedio móvil de precios pasados y futuros del petróleo. Por lo tanto, en principio ese fondo podía tanto acumular como desacumular recursos.
En los hechos, y tal como ocurrió en el pasado con las bandas de precios a productos agrícolas -que casi siempre resultaron en mayores precios al consumidor-, ha sido costoso para el Estado y se le han debido adicionar recursos mediante varias leyes sucesivas.
Estas leyes de estabilización de precios son una respuesta de los gobiernos a las presiones del público y de grupos organizados -camioneros, taxistas y otros transportistas- frente al alza de precios. Es comprensible -aunque no necesariamente excusable- que frente a estas presiones los gobiernos establezcan subsidios para amortiguar el efecto del alza de precios. Ha sido también el caso de este Fondo de Estabilización en su funcionamiento real, a diferencia de su supuesta neutralidad. Pero los subsidios son «adictivos» y distorsionan la economía. Tal «adicción» se ha observado en el aumento de los recursos que debieron transferirse al fondo; en la creación de nuevas transferencias (como el aumento en el porcentaje de devolución del impuesto al diésel), y en la oposición a que se eliminen cuando las condiciones de precios son estables -también observada ahora.
Y estos subsidios distorsionan, porque el alza de precios reflejó un aumento estructural del precio del petróleo, por lo que no tenía sentido retardar el ajuste a las nuevas condiciones. Asimismo, al reducir el costo de la gasolina para sus usuarios, ese fondo tiende a favorecer a los sectores de mayores ingresos, que utilizan automóviles en sus desplazamientos diarios. Por tanto, es un subsidio mal focalizado. Lo mismo sucede con el kerosene doméstico o parafina, cuyo uso se ha masificado en esos segmentos, que se ven favorecidos además por un criterio social, según el cual este combustible recibe subsidio doble -es decir, dos veces el crédito que determine el cálculo de la autoridad al alero de la mencionada banda.
Lo razonable es no renovar este fondo, aprovechando un momento en que los precios son relativamente estables. Por esa misma razón, tampoco se debería mantener en su nivel actual la devolución del impuesto al diésel, que distorsiona la elección de alternativas de transporte y que subsidia las emisiones de carbono. Si en el futuro se produjera un aumento violento en el precio de los combustibles, sería más apropiado crear un subsidio directo a los hogares de menores ingresos que, por un período limitado, compense el mayor costo de la energía.
El Mercurio, sitio en la red.
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