Señor director:
Estos días se tramita en el Congreso una simplificación tributaria. Si bien se proponen modificaciones al proyecto aprobado en 2014, como dejar opcional el sistema atribuido para empresas pequeñas, cuyo dueño sean personas naturales y que no estén constituidas como sociedades anónimas, además de eliminar ciertos registros y el uso de una tasa promedio para los créditos, nuestro sistema tributario terminaría siendo más complejo que el existente antes de la reforma.
Perfectamente se habría podido modificar el FUT anterior en cuanto a la tasa de los créditos, uso de las pérdidas y retiros en exceso, sin tener que pasar por la reforma que hoy se trata de simplificar.
El problema de fondo es que se eleva la tasa de impuesto a las empresas de 20 a 27% en el sistema semi-integrado. Este impuesto, de acuerdo a la teoría económica y a la evidencia empírica -aportada por la Ocde- es el más distorsionador para las decisiones de ahorro, inversión e incremento de la productividad, con el consiguiente perjuicio para el crecimiento de tendencia de la economía.
El proyecto no avanza en equidad horizontal, al mantener una serie de excepciones y dar un trato diferente a los ingresos del trabajo versus los del capital. En efecto, la tasa marginal máxima de impuesto para un empleado será de 35%; en cambio, para un individuo que obtiene sus ingresos de dividendos o retiros de la empresa, aumenta en todos los tramos, alcanzando un máximo de 44,5%.
Al final, solo el objetivo de recaudación queda en pie de los fundamentos del proyecto original. Si lo importante es la recaudación, pero no como se logra, sigue siendo un mal proyecto.
Luis Felipe Lagos M.
Economista
Fuente: La Tercera. 07 de enero de 2016.
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