El mercado, las empresas y los inversionistas se encuentran expectantes ante una de las revelaciones más importantes que podría surgir desde EEUU: la reforma tributaria.
Ayer el Secretario del Tesoro de EEUU, Steven Mnuchin, dijo que quiere ver una reforma tributaria “muy significativa”, aprobada antes del receso de agosto del Congreso. Así le puso fecha al magno proyecto que generaría un gran impacto a nivel mundial, lo que inmediatamente llevó a que Wall Street abriera en máximos históricos. Esto, después de que el 9 de febrero el mismo Presidente, Donald Trump, anunció que en las próximas semanas revelaría un plan impositivo “fenomenal” y de “grandes proporciones”.
Un cercano a la administración de la Casa Blanca reconoce que el diagnóstico es claro, la regulación en exceso implementada durante el gobierno de Barack Obama y la alta tasa de impuesto corporativo (35%), llevaron a que la economía estadounidense creciera un ritmo lento luego de la crisis económica de 2009, a un promedio anual de 1,5%, cuando la tasa de crecimiento normal promedio podría haber estado en 3%. Dado lo anterior, el foco de Trump está centrado en la reducción de esas normativas y la disminución, de manera drástica, de la carga tributaria a las empresas.
En este camino, la forma tributaria que desde hace años trabaja como propuesta el Partido Republicano está siendo considerada como punto de partida por el Ejecutivo. Pero, según el mismo asesor externo del gobierno hay opiniones divergentes. La ambición y el tiempo jugarían un rol clave en el tipo de proyecto que busca presentar el mandatario, asegurando que podría no darse algo tan revolucionario, porque políticamente no sería viable, retrasándose un año o incluso ocupando un ciclo electoral completo, cuando la idea sería lograrlo en el primer año, tal cual lo prometió Trump durante la campaña.
Lo más atractivo y que podría ser un shock a las expectativas, comentó la fuente, es una reducción a la tasa de impuestos a las empresas, que actualmente es de 35%, hasta entre un 15% y un 20%, generando una fuerte ventaja competitiva frente los principales socios comerciales de EEUU.
Existen luces de la legislación que en los próximos meses podría convertirse en la primera reforma tributaria importante de los últimos 30 años en ese país, que consta de cuatro grandes pilares que buscan bajar las tasas y ampliar la base imponible. Se trata del plan del partido republicano.
1) Este reduce la tasa de impuesto sobre las ganancias corporativas, que actualmente es de 35%, mientras que los 26 socios comerciales más grandes de EEUU tienen una tasa impositiva promedio de sólo 22%, y la lleva a 20%. Según expertos como Martin Feldstein, académico de la Universidad de Harvard, esto “haría que el capital se desplace a la inversión corporativa en vez de ser invertido en bienes raíces, en empresas no constituidas en sociedades y en títulos del extranjero”.
La situación actual, implica que si las empresas deciden externalizar empleos e inversiones a otros países, no sufren las regulaciones de allí y obtienen tasas de rendimiento después de los impuestos mucho más altas. Una ligera compensación de esto, es el hecho de que ahora tienen que incurrir en costos de transporte a lugares lejanos que no tendría si sus fábricas estuvieran en EEUU.
Según Feldstein, un ingreso por impuestos corporativos que hoy corresponde a 2% del PIB estadounidense, con el cambio recortaría los ingresos cerca de 1% (unos US$190 mil millones al año). Mientras, el aumento generado por la inversión reduciría la pérdida de ingresos e impulsaría el crecimiento. En cuanto a la tasa individual impositiva real, que hoy es 39,6%, bajo el proyecto republicano quedaría en 33%.
2) La parte más controvertida es el impuesto de ajuste de frontera, que gravaría en 20% a todas las importaciones a EEUU, mientras que las exportaciones no serían gravadas. Lo que para compañías como General Electric y Boeing resultaría muy conveniente, sería lo contrario para minoristas como Walt-Mart, Target o Macy’s, porque dependen en gran medida de las importaciones.
3) Otro de los puntos que contempla el proyecto republicano es un incentivo para compañías estadounidenses y sus filiales en el extranjero, gracias a un impuesto único que podría ser del 10%, y que se pagaría en varios años. Hoy en día las ganancias repatriadas pagan un impuesto adicional del 23% sobre cualquier valor, además del que deben desembolsar en el país donde perciben ganancias. De esta manera, se estimularía la inversión, ya que las compañías traerían sus beneficios al país, lo que generaría mayor productividad.
4) En cuarto lugar, todas las empresas serían capaces de deducir totalmente el costo de nuevos gastos de capital, es decir, de maquinarias y equipos, pero sin deducir los gastos de interés como ahora. El impuesto corporativo al flujo de caja (cash flow coporative tax, en inglés) también eliminaría las deducciones por costos de interés sobre deudas recién incurridas, lo que también reduciría el riesgo. Pero según el mismo Feldstein, aprobar este punto será bastante difícil en el Congreso.
Fuente: Pulso. 24 de febrero de 2017. Por Catalina Gopel.
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